«Paciencia», una palabra mágica (Cerro Torre parte I y II)

Muchas veces, ser paciente puede convertirse en tu gran aliado de aventuras. Cuántas veces, gracias a ella, lograste tomas que tal vez no imaginabas, o sí lo hacías pero no querías esperar?

Aquí, el resultado de una de las tantas veces  para mí.

Esto sucedió en Marzo, aproximadamente, en mi segundo intento por retratar a la Laguna Torre con el Cerro Torre de fondo y de noche. En el pueblo de El Chaltén, Santa Cruz.

La primer vuelta  salí a eso de las 12 de la noche con muchísimo frío, un poco de viento, y se veía ya desde el sendero que el Torre justamente, no se veía ni de casualidad. Sin dudas, dije: «Quizás llego, y se despeja». Bueno, no sucedió. A veces el universo conspira pero en este caso me falló. Llegué al bosque del campamento, con una bruma y una llovizna horrible. Persistí. En vez de volverme al pueblo, me quedé durmiendo en la bolsa de dormir  abrazada por los árboles y su dulce arrullo. Cada tanto, asomaba la cabeza para observar el cielo, tal vez lograba ver una estrella… si, mi deseo era enorme, pero la noche no parecía mejorar. Lloviznaba. Muchísimo frio.

Por suerte, no la pasé mal con el tiempo, estaba abrigada lo suficiente y con una buena bolsa de dormir que me prestó mi amigo Lucas. Sí tenia muchas ganas de tomar algo calentito, pero el té que había llevado en el termo…ya estaba HELADO.

Asi que me acosté, cada tanto espiaba pero no resultaba nada. En una de esas, me propuse dormir. Cosa que hacía cada 5 minutos, porque al estar sóla, y sin un resguardo como una carpa, tenía un poco de miedo, no les voy a mentir. Un miedo inocente, como el de que una lauchita venga a dormirse conmigo a mi bolsa. No sonaba agradable ni un buen plan para mí. Tampoco quería quedarme dormida! Mirá si al amanecer, todo estaba despejado??!!!. Claro Melisa, sí…

Desperté a las 7am, aproximadamente, guardé mi bolsa, las cosas en mi mochila, y salí para el sendero de la laguna, que está ahí a unos pasos. Sin dudas, el cerro Torre no tenia ganas de salir a mostrar su esplendor. La bruma seguía, y unos rayos de sol, se disparaban por todos lados. Saqué mis galletitas, y sin té, me quedé contemplando ese bello momento mientras tanto. Aquí algunas fotos y vídeos de ese grato momento.

 

 

De todas formas, pese a la bruma, fue un hermoso amanecer. En ese momento pensaba, ya que eran cerca las 8, qué estaría haciendo la gente que conozco. Muchos preparándose para irse a trabajar, otros recién levantándose, otros tal vez acostándose. Y yo? Disfrutando de una hermosa caminata por el sendero, escuchaba los pajaritos cantar, y el sol que de a poquito iba entibiando el alma. Así, con esa sensación volví a «casa». El hostel donde estaba parando.

Pero aquí no termina todo…

Volví a intentarlo una segunda vez. En el pueblo, el cielo pintaba maravilloso, casi como un cuadro de Van Gogh. Una noche fría, cautivante llena de estrellas. Pero esta vez me dije: Melisa, si al llegar al mirador del Torre, el mismo no se ve.. ya está! Para qué vas a ir hasta el final del sendero? Bueno, mi mente y yo coincidimos en que esa idea era válida.

Empecé a caminar, confieso que con más miedo que la primera vez sola, y de noche, no sé. Tal vez por ya conocer el camino, quien sabe pero tenia mas miedo. O en realidad, tenía miedo. Cuando llegué al dichoso mirador, una nube GIGANTE tapaba al Cerro Torre. Ok, me dije. No avancemos más. Pero, me quedo un rato sentada en los banquitos, disfrutando del silencio de la noche, y de las estrellas. Ahi se me ocurrió, de no volverme otra vez a «casa» sin aunque sea alguna toma.

El plano, no me ofrecía nada interesante… pero tal vez una Timelapse podía salvar mi noche, por cómo las nubes iban desapareciendo y reapareciendo otras. Así que saqué la cámara, trípode en mano, me abrigué bastante ya que por la caminata estaba sólo con buzo y acalorada, y dejé el termo de té a mano. Empecé a hacer el timelapse, disparando de forma manual, continuamente luego de 30 segundos. Creo que a los dos minutos, ya esta sintiendo bastante frio. Recurrí a la campera de pluma, y a hacer marchar esos tés conmigo misma.

Seguí disparando, parada, hasta que el frio y el cansancio me vencieron, y decídí regresar. Apenas había hecho unas ciento y pico de tomas creo.
Volví al rancho, al menos con el alma contenta de haber regresado con ese algo. A la mañana siguiente cuando desperté, me puse a visualizar mejor la secuencia de tomas, y noté, que además de que las nubes aparecían espectacular-mente como una explosión, había algo más. Un plus en el trabajo, que me hizo sentir feliz y satisfecha.

La luna, daba sus luces y juegos de una manera esplendorosa. Pero no, no era eso. Algo más había.
Lo descubriste? Sí, si estás pensando en eso.. .Sí. El Fitz Roy, o Cerro Chaltén, se estaba nevando en ese preciso instante que yo estaba contemplandolo. Sin dudas, un espectaculo para mí, y cómo ese mero hecho cambio mi cara, y mi sensación de haberme quedado allí.

Cuan importante es la paciencia a veces, que nos devuelve estos pequeños pero enormes momentos, que llenan mi alma.

Gracias por leerme 🙂 Agradecer particularmente a Makalu Outdoors, por la indumentaria técnica, que gracias a ello no pasé frio. A Lucas Rubiolo, que me prestó para la primera vuelta, la bolsa de dormir y a Franco Peralta de Rancho Grande, por el banque de siempre y el termo para el té.

El Chaltén, Santa Cruz. Argentina

11/03/18