Persevera y Triunfarás (Laguna Torre parte III)
Esa mañana, nos levantamos medianamente temprano con Ale, para preparar y montar lo que sería mi muestra de fotografias, «vivir viajando es vivir». Fue un día intenso, a las corridas de un lado al otro ultimando detalles, cortando las fotos, editando los títulos. Luego de almorzar a las corridas, ir y volver ambos sentimos un alivio de: listo, acá finalizó el día laboral. Caminando por las cálidas callecitas del pueblo, nuestros ojos iban disfrutando de la bella tarde y el sol que poco a poco empezaba a bajar. Dijimos: y ahora que ya terminamos, que hacemos? Y… Podríamos ir al torre! Hoy puede ser una gran noche, por lo menos por ahora parece bastante despejado.
Así fue que llegamos al Hostel, preparamos rápidamente el equipo, nos cambiamos la ropa para abrigarnos, compramos unos chocolates y salimos.
Como dice Cerati, la tarde está increíble. Íbamos caminando, yo con gran entusiasmo a ver si por fin: la tercera era la vencida. Ya asomando las primeras estrellas, la tarde había caído rápido. Esa emoción de ser consciente de la inmensidad de la naturaleza, y asombrarse, maravillarse de ese momento. Mientras tanto, hablábamos de la magia. Que claro tenía que ver con la noche despejada que estaba empezando a nacer. Paramos unos segundos a contemplar. El cielo estaba como nunca, las condiciones estaban dadas. No había viento, y casi tampoco nubes. Por encima del Cerro Torre, alguna que otra lo vigilaba amenazante. No tengo registros de la caminata ni de otros momentos, porque a veces simplemente vale mucho más contemplar ese instante, que una foto.
Continuamos camino hasta la laguna. Atravesamos las inmensas morrenas, dejamos las cosas y nos abrigamos aún más. Hacía mucho frío, pero la noche mostraba todo su esplendor. Con tranquilidad, me senté a observar el escenario, y ver a dónde podría apuntar. Hice un par de tomas de prueba, y los resultados no me convencían. Al haber luna nueva, mi paisaje no tomaba protagonismo como yo quería. Así, decidí realizar una exposición de una hora. Una bellísima traza de estrellas.
En tanto la toma se realizaba, Ale probaba con múltiples exposiciones de tiempos cortos.
Preparabamos algo caliente para cenar. Bajar a la laguna, llenbar la marmita con un poco de agua, y subir de nuevo. Claro, pero a oscuras! Imposible prender una linterna cuando estamos exponiendo! Entre el frío, que no veía y ese miedo a no saber que estoy pisando, apenas pude traer solo 1/4 de agua de la capacidad de la marmita. Así que baje nuevamente, y le puse un poco más de empeño.
Una rica sopa, nos cobijo del frío. Hacía exactamente cero grados en ese momento, pero mi felicidad de que por fin iba a obtener la toma que tanto deseaba era inconmensurable. Pasaron 67 minutos, y decidí cortar la exposición. Realmente me convenció bastante, esto de exponer tanto tiempo es un poco jugarsela y rogar que nada haya ocurrido en el medio.
La noche fue un éxito. Contentos, volvimos al pueblo a eso de las 3am.
Y aquí el valor del título, lo importante que es persistir para finalmente triunfar. Aplicable no sólo a una foto, si no a todo en la vida, y todo lo que nos propongamos.