Perderse para Encontrar – se
Venía ya planeando hacía varios días, varios meses, subir al Cerro Polo, El Chaltén. Esa mañana me levanté decidida, y encare en esa dirección.
A diferencia de otras veces, encare una marcha de paso rápido para poder llegar a la cumbre al mediodía y almorzar allí. No tenía bien en claro el camino ni el sendero, pero pensé que al llegar al valle iba a darme cuenta. Y en el peor de los casos, me guiaría por la intuición. No suelo preocuparme demasiado por algunas cosas que no puedo manejar. Mi lema mental es: de alguna forma lo resolveré. Y así sucede casi siempre.
Llegue entonces al valle del Campamento Poincenot, y ahí hacia atrás estaba el cerro Polo. A lo lejos, vi una quebrada a lo que dije: debería subir por ahí. Bien, a veces suelo hacer otra cosa diferente a lo que pienso y eso pasó. Empecé a caminar en ese dirección, pero noté que la cumbre no estaba cerca de esa quebrada. Así que decidí encarar más cerca de donde estaba la cumbre. Caminé, caminé y me encontré con humedales que no había contemplado ni visto en los mapas. Mal ahí Melisa. Bueno, esquivándolos, algunos metiéndome en el medio logré pasarlos. Ya en el pie del cerro, comencé a subir. No había sendero, no había huella, no había NADA. Solo algunas marcas tal vez en el pasto que algo me ayudaron. La subida era bastante áspera, y el camino lleno de esos arbustitos y vegetación espesa que un poco, iban a atajar alguna que otra caída.
No sé en qué momento, la subida de caminata se transformó en trepada de piedras. Agarrada de árboles para avanzar… Y de pronto un poco colgada literalmente de una pared me dije: Melisa, que carajo estás haciendo? Rei y me dije, no se. Pero me encanta elegir el camino más difícil.
Me di bronca de estar haciendo eso, a decir verdad. A cada paso me detenía a pensar por dónde tenía que pasar y que maniobra tenía que hacer. No fue nada fácil.
Así, entre rocas, cascaditas y arboles, me acerque nuevamente a la quebrada. Ya casi llegando a la cima, enormes piedras bastante planas pero medianamente fáciles de subir caminando. El viento se ponía más intenso, las nubes amenazaban al Fitz Roy. Se empezaba a ver, la laguna piedras blancas que asomaba de su morrena. Trepando las últimas piedras, llegue a la cumbre.
En el intento de hacer la foto, el viento me estampó en la pared de roca como un fósil. Así que dije, ok. Acá no va a ser un buen lugar para mi almuerzo. Decidí bajar un poco, y buscar un resguardo. Entre las piedras me senté, saque mis borcegos, abrí la lata de atún y me preparé un sándwich.
El viento no paraba de silbar. El sol me pegaba en la cara. Decidí no demorarme para llegar a casa temprano (siempre que diga casa estoy hablando del Hostel, mi casa transitoria). Emprendí la vuelta, y si…esta vez, voy por la quebrada. Ahora va a ser todo más fácil… Pensé. Bueno, claramente no. Me topé con una cascada que venía bajando, teóricamente quizás era de la laguna polo. La cruce de un lado al otro, pero esos pequeños arbolitos/arbustitos atrapaban demasiado mis pies. Así fui todo el camino, cruzando de un lado al otro.
Después de un rato de bajar en Zig zag por donde el camino me iba «guiando», llegue al pie de nuevo. Listo! Ya lo tengo…me dije. No aún no. Empezó a lloviznar. Suerte que tenía la campera rompeviento e impermeable de Makalu. Rápidamente caminé, y otra vez el drama de los humedales. Habré dado vueltas de un lado a otro como 20 veces. No encontraba la salida. Me metí en mini bosques, donde no pasaba nada y estaba atiborrado de arbustos. Era imposible pasar. Veía el sendero por dónde venia, y no podía cruzar. La llovizna persistía.
Salí de nuevo al valle, miro hacia abajo: huellas de puma, grandes y pequeñas.
Bien, me acabo de meter en la casa de esos animalitos. Esperemos no me encuentren porque no van a querer pasar una tarde agradable conmigo. Ya lo que había sido divertido en un principio, había dejado de serlo.
Estaba cansada ya, de tanto caminar y dar vueltas. Pero luego de un rato, por fin encontré el camino para retomar el sendero. Lo tome, y rápido empecé a emprender el regreso a casa. Contenta, porque al fin y al cabo me perdí, varias veces. Me encontré en situaciones totalmente inimaginables por mí, en ese lugar, en ese contexto. Pero me encontré, sola conmigo misma frente a los miedos. El desafío y pude volver a casa. Por eso, a veces tenemos que perdernos para volver a encontrarnos. A tener confianza en nosotros mismos.